VI NO COMETERÁS ADULTERIO
Fernando Savater
Ya sé lo que vas a contestarme, pero igualmente tengo que preguntártelo: ¿no crees que esto de “no cometerás adulterio” está un poquito anticuado? Hombre... estoy seguro de que era razonable en la épocas en que el jefe de familia debía estar seguro de que transmitía su herencia a sus hijos legítimos, cuando el hombre era dueño de la mujer. hoy las costumbres se han hecho más abiertas y el tema del sexo no es ya un asunto exclusivo de hombres y mujeres; todo la cambiado y se admite relaciones prematrimoniales, postmatrimoniales, entre gente que no se ha casado nunca, homosexuales...
El sexo es complejo... y por supuesto que me dirás que el sexo con amor es mucho mejor que todo lo demás. Está bien... te lo admito... pero hay una observación que hace Woody Allen que te interesará: “El sexo con amor es lo mejor de todo, pero el sexo sin amor es lo segundo mejor inmediatamente después de eso”. Y la mayoría de la gente piensa así. Es decir, el sexo con amor es estupendo, pero mientras llega ese momento uno puede practicar el sexo sin amor. Tal vez esto te escandalice, pero es una idea bastante extendida y es un tema de discusión que tiene innumerables aristas. Por eso creo que te vendría bien leer este capítulo, que te servirá para ponerte al día en estas cuestiones, que son muy sugestivas.
ADULTERIO Y TRANSMISIÓN DE LA PROPIEDAD
En los orígenes la prohibición de desear o apoderarse de la mujer del prójimo tenia mucho que ver con la herencia y la trasmisión de la propiedad. No creo que los adulterios hayan sido muy perseguidos, ni que tuvieran importancia entre los pobres que no tenían nada que dejar a sus hijos. Distinto era entre los ricos, entre personas pudientes, que necesitaban mantener clara la línea de descendencia para poder transmitir sus bienes.
Hay muchos maridos tan injustos
que exigen de sus mujeres una fidelidad
que ellos mismos violan,
se parecen a generales que huyen
cobardemente del enemigo,
quienes sin embargo quieren que sus soldados
sostengan el puesto con valor.
PLUTARCO
Aquel que tenía tierras, castillos y posesiones en general, quería asegurarse de que todo quedaría para su hijo mayor y no para uno adulterino. Por eso el gran esfuerzo por mantener a la mujer resguardada, para que el hombre pudiese decir “de este vaso sólo bebo yo, porque de aquí tiene que salir el vástago que se quedará con mis propiedades”. Esto no era recíproco, porque el hombre se satisfacía con todas las mujeres que quería fuera del matrimonio.
La monogamia no ha sido, desde luego, la única forma de estructura familiar. Entre los antiguos hebreos y otros pueblos nómadas era normal que el jefe de la tribu tuviera varias mujeres, que fuera una especia de patriarca. Con el tiempo y con el mayor equilibrio en la cantidad de hombres y mujeres se tendió hacia la monogamia.
La moralidad sexual estaba ligada a esa estructura de familia y de la propiedad, hasta tal punto que entre los romanos, por ejemplo, los únicos que tenían estrictos tabúes sexuales eran los pater familias o las matronas, aquellos que poseían cosas, mientras que los esclavos no tenían moralidad sexual, es decir, nadie les hacía reproches por ser promiscuos o incestuosos.
Cuando algunos de los esclavos eran liberados por sus señores, pasaban a llamarse libertos. Sus dueños los manumitían, es decir, les daban libertad. Al entrar en el mundo de las personas libres, conservaban las costumbres de la esclavitud, conductas más abiertas y menos escrupulosas que la de aquellos con familias establecidas. De allí viene la expresión libertinaje, que era el comportamiento que tenían estos libertos, que ya no eran esclavos y que, aunque su conducta podía ser censurable, no tenían todavía los hábitos de la disciplina y contención de la otra parte de la sociedad. Por lo tanto, este mandamiento de no fornicar tiene por una parte una profunda base económica, y en segundo término puede relacionarse con el deseo, con lo romántico o lo erótico. De este modo, se trataba de evitar conflictos y enfrentamientos entre herederos.
Según el rabino Sacca éste fue un mandamiento muy difícil de aceptar por el pueblo. “No existía ninguna legislación respecto de con quién convivir, Maimónides cuenta que en la antigüedad los hombres tomaban mujeres por la fuerza, tenían hijos con ellas, y luego las dejaban en la calle con sus descendientes.
No había regulaciones sobre la familia y la relación matrimonial. Las mujeres estaban totalmente desamparadas y los más fuertes manejaban la sociedad. Por otro lado, existía un gran libertinaje sexual, que incluso practicaba el pueblo hebreo, como todos los de la época. Si hoy decimos que vivimos en un ámbito de libertad sexual, esto no es nada comparado con lo que eran los egipcios de acuerdo a lo que relataban los textos de aquella época. Los judíos formaban parte de esa sociedad, aunque fuera como esclavos, por lo que fue muy difícil incorporar este mandamiento e imponerlo, ya que implica limitarse en el ámbito carnal y ceder los derechos que venían exclusivamente del uso de la fuerza. Esta legislación fue revolucionaria para la época, ya que contenía todas las regulaciones sobre la pareja, el matrimonio, los derechos del hombre, la mujer, los hijos y las responsabilidades que uno debía asumir”.
En nuestra época –al menos en los países desarrollados- se han igualado estas conductas y no se tienen dos medida diferentes para el hombre y la mujer. La pareja puede pactar una especia de celebración de la infidelidad, de consentimiento mutuo. Ejemplo de ello es el intercambio de parejas o swingers, algo que hasta hace algunos años podía ser considerado como un a tremenda aberración y que hoy es una variedad más de las prácticas sexuales de nuestra sociedad.
Para Daniel Bracamonte, presidente de la Asociación de swingers de Argentina, “todas las religiones son castradoras, han impuesto el alejamiento del sexo carnal, han llevado a la idea de que el sexo se disfruta plenamente cuando existe una causa de amor romántico. Y éstas son todas cosas que están en contra de nuestra naturaleza, porque el hombre tiende biológicamente a la diversidad sexual. No está adaptado ni fisiológica ni conscientemente para la monogamia.
“Creo que estamos en los umbrales de un cambio profundo en el concepto de familia, vamos hacia la diversidad. Las nuevas parejas no van a estar conformadas por el género, sino por el afecto. Hombre con mujer, hombre con hombre, mujer con mujer. El swinger defiende la institución familiar, la pareja hombre-mujer, pero renunciamos al concepto monógamo: "Vos y yo toda la vida"”.
El sexo siempre da lugar a un tono más picaresco, y lleno de sobreentendidos. En esto coincide el escritor Daniel Samper Pisano: “Si uno repasa el Antiguo estamento ve las ocasiones donde aparece la tentación, hay veces que uno no puede menos que reírse, y decir que ha sido escrito con un sentido del humor impresionante, porque de otro modo no se entendería. También se puede entender enclave irónica y decir: "El mensaje que me están mandando me lo envían de rebote, esto va a dos bandas y no es directo". Uno debe entender que la ironía sólo cabe cuando hay humor, y el humor sólo cabe cuando se está enviando un mensaje con una determinada sintonía de inteligencia”.
EL DESEO SEXUAL Y EL NO FORNICAR
El deseo sexual, por su fuerza y capacidad de arrastre, ha despertado siempre restricciones y miedos. Si no se hubiese limitado, no habría respetado los tiempos de trabajo, ni las relaciones sociales. Es una energía muy fuerte, que hay que encauzarla para poder manejarla. Las diferentes culturas han tratado de inhibirlo para que no termine devorando todas las posibilidades de la vida organizada.
Fornicar quiere decir entregarse al deseo sexual fuera de los causes y de las normas que la sociedad ha establecido. Es hacer lo mismo pero fuera del momento, la persona, el lugar y el orden que la sociedad ha impuesto para realizar ese acto.
Para mí fornicar siempre será una expresión curiosa y evocadora. Recuerdo uno de los seminarios del famoso psicoanalista francés Jacques Lacan, que se llamaba precisamente “ornicar”, lo cual son tres partículas francesas unidas en una sola palabra, pero que inevitablemente suena a fornicar, y supongo que ese juego no era precisamente ajeno a las intenciones de Lacan.
El padre Busso recuerda que “cuando enseñábamos catecismo los chicos no sabían mucho que era lo de “no fornicar” y había que explicarlo con todo el embarazo que suponía para el sacerdote que predicaba. Fornicar viene del griego forneia, que significa prostitución. Lo que se legislaba como prohibido era la relación amorosa del hombre con la mujer en venta en el sentido literal. Jesucristo amplía el tema cuando dice que se puede ser adúltero también con el corazón y por lo tanto también se involucra el pensamiento, el orden interno, el deseo”.
Todos los preceptos que prohíben –en particular el sexto mandamiento- potencia el deseo de transgredirlos. Desde ese punto de vista podría considerarse hasta qué punto el propio Yahvé con sus tabúes no fue el inventor de la pornografía, porque de no haber existido prohibiciones no hubiese existido lo pornográfico.
Samper Pisano dice: “No hay ningún mandamiento que diga "no plancharás la camisa de tu prójimo". Si existiera esa prohibición tendríamos la tentación de planchar de forma permanente. Pero hay que entender por qué Dios inventó estos juegos. Supongo que habrá gozado mucho haciéndolos en su momento”.
Siempre pienso en las prohibiciones que había en el Jardín del Edén. Yahvé prohibió comer la manzana y entonces la serpiente se aprovechó. Si Dios hubiera prohibido comer la serpiente, esa misma noche Adán se la hubiera cenado y la especie humana se habría salvado de la tentación permanente del demonio. Está claro que si Dios hubiera querido salvarnos de la tentación, nos habría prohibido el ofidio. Dijo que no a la manzana para dar juego a la serpiente y que continuara siempre presente.
RESPONSABILIDAD EN EL ADULTERIO
Los diversos niveles de responsabilidad en relación con la fornicación y los actos impuros han variado muchísimo a lo largo de los siglos. Durante buena parte de la historia antigua del judaísmo, el único adulterio reprensible era el que realizaban dos personas casadas que se encontraban al margen de sus respectivos matrimonios. Los solteros, en cambio, no incurrían en una responsabilidad tan grande.
Después, con la irrupción del catolicismo, y en especial a partir del Concilio de Trento se modificó y amplió el tema de las responsabilidades. Por ejemplo, hoy en día, ¿cuál es el nivel de responsabilidad de una prostituta y su cliente? La mujer cumple con su función –por razones de necesidad económica o por motivos culturales- pero no es lo mismo que aquel que va hacia ella por capricho o por vicio.
En la actualidad todas las prácticas entre adultos conscientes que eligen voluntariamente lo que les apetece no tienen responsabilidad ni penal ni ética, y el daño empieza cuando se le impone algo a otra persona por la fuerza. En este sentido, las normas se volvieron más permisivas. Cuando yo era joven, el adulterio era un delito penal que te podía llevar a la cárcel. Hoy nos escandalizamos de esa situación, pero hay países en que se pena con la lapidación.
En la actualidad hay maneras distintas de ver el adulterio. Daniel Bracamonte dice que para un swinger “mi mujer cometería un acto de infidelidad si tuviese una relación sexual con otro hombre a mis espaldas. Se trataría de una mentira dentro del matrimonio, cuando en realidad no hay ninguna razón para mentir. Con la libertad sexual que tenemos los swingers, si ella me ocultara su relación, debo entender que se trata de algo que tiene que ver con el amor romántico y no solamente con el sexo”.
Para el judaísmo, según el rabino Sacca, “lo que despierta su pasión carnal en el hombre es la visión. En la mujer es el tacto. Por esa razón a una mujer no le está prohibido observar a un hombre y halagar su belleza física. En cambio cuando un hombre mira a una mujer le genera pasiones carnales, que lo pueden llevar a cometer adulterio”.
Respecto de la Biblia y la violación del sexto mandamiento, Samper Pisano considera que “se trataba de una zarzuela, sólo le faltaba que le pusieran música. En la Biblia el adulterio lo cometen personajes de una enorme delicadeza e importancia simbólica. Por ejemplo, el caso de la familia de Abraham, prócer donde los haya, gran patriarca y quía del pueblo. Abraham estaba casado con Sara, quien consideraba que estaba muy mayor para darle un hijo a su marido, entonces le dijo: “Hombre, yo tengo una esclava que a ti te gusta... yo he visto que la miras... por qué no entras en ella”. Abraham lo hizo y nació Ismael y todos tan tranquilos.”
Una de las cosas de los cristianos que más escandalizan a los romanos era que, a su juicio, atacaban la idea de la familia tradicional. Los primeros cristianos no valoraban el matrimonio y los hijos. Su premisa era que todos los hombres eran hermanos. Promovían la idea de abandonar la familia: “Deja a tus padres y a tus hermanos y vente conmigo”, dice Cristo en una ocasión. Predicaban lo que parecía una vida errante, bohemia, sin ataduras familiares, lazos, hijos o responsabilidades. Los primeros cristianos vivían incluso en cierta comunidad de bienes, no tenían la familia como la célula individual de la sociedad. Todo esto a los romanos les pareció escandaloso.
Los cristianos tenían una visión enfrentada a los cánones de la época respecto de las obligaciones del cuerpo y a la creación de un orden familiar, lo que llevó a los romanos a considerarlos como seres corruptores.
No quiso la lengua
que de casado a cansado
hubiese más que una letra de diferencia.
LOPE DE VEGA
San Pablo dice en la primera carta a los Corintios: “En cuanto a la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor, pero les doy un consejo, lo mejor para el hombre es no casarse. Si tienes mujer no la abandones, si no tienes mujer, no la busques. Si te casa, no pecas, pero los que lo hagan sufrirán grandes problemas que yo quisiera evitarles”. También dijo: “Quiero que sepan que Cristo es la cabeza del hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, así como la cabeza de Cristo es Dios”... por tal motivo “la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra al que es su cabeza. Es como si se hubiera rapado. Su una mujer no se cubre la cabeza con el velo, entonces que se la rape. El hombre no debe cubrirse la cabeza porque él es imagen y reflejo de Dios, mientras que la mujer es reflejo del hombre. En efecto, no es el hombre el que procede de la mujer, sino la mujer del hombre”.
Era una idea que iba más allá de la transgresión en el adulterio, ya que consideraba que era necesario, ya que consideraba que era innecesario el matrimonio y que había que renunciar al cuerpo. O sea mucho más criticable que fornicar con la mujer ajena es no querer hacerlo con ninguna, ni siquiera con la propia. Hubo muchos padres dela Iglesia que llegaron a castrarse para renunciar de manera absoluta a los deseos sexuales.
Había un mundo de enfrentamiento a las obligaciones del cuerpo y a la creación de un orden familiar que espantaba a los romanos, quienes por estas razones consideraban a los cristianos como seres corruptores.
MONOGAMIA Y POLIGAMIA
La poligamia y la monogamia han estado repartiéndose los favores sociales al os largo de los siglos. Yo creo que la poligamia es lo más natural, porque de alguna manera coincide con la propia fisiología de la reproducción, ya que el hombre puede fecundar a varias mujeres.
En determinadas épocas en que se necesitaba que la población aumentase cuanto antes, el patriarca –el macho en su plenitud- lo que hacía era fecundar el mayor número de mujeres posibles para asegurar la descendencia del grupo. Más adelante, cuando de equilibró el número de hombres y mujeres, comenzó a imponerse la monogamia para no multiplicar los conflictos entre los distintos grupos. Pero esto no quiere decir que la poligamia se debe identificar con la infidelidad, ya que se trata de otra forma de fidelidad distinta. La monogamia es fidelidad a un individuo, mientras que la poligamia es hacia un número mayor de personas. También está el caso de la poliandria, en la que varios hombres comparten la misma mujer, aunque es más raro, porque incluso va en contra de la fisiología normal.
Para Emilio Corbière, “la cuestión del sexo en el judeocristianismo y en el mahometanismo es una muestra de estupidez humana. El verdadero sexo era el de los griegos, de los presocráticos, que era libre. Esta concepción judeocristiana que lo considera pecado está es contra de la historia y del desarrollo humanista”.
Todas estas formas están relacionadas con la época en la que el erotismo estaba fiscalizado de manera exclusiva para la reproducción. Pero, a partir del siglo XVIII, el erotismo se dedica tanto a la reproducción como a la satisfacción de la persona.
En la modernidad ha existido con mayor frecuencia lo que podríamos llamar monogamia sucesiva. Las personas que van pasando por fases monógamas. Casi nadie es monógamo con una sola persona toda la vida, sino que lo es varias veces, una a continuación de la otra. Pero este tema existen todo tipo de combinaciones que tienen que ver con el reparto de los papales sociales. La irrupción de la mujer en el mundo del trabajo ha cambiado de forma extraordinaria este campo.
Al hombre siempre se le ha consentido más, se le ha permitido una conducta más libre en materia sexual, mientras que con la mujer se ha sido más exigente.
Sin embargo, lo curioso es que la mujer es la que a los largo de la mitología popular ha tenido fama de lasciva, de persona con deseo insaciable, de traidora, etc. El hombre, en cambio, que sí se ha comportado así a lo largo de los siglos, tiene fama de ingenuo, de noble, del que es engañado.
En realidad, el engaño es intentar establecer evaluaciones diferentes para el comportamiento de la mujer y el hombre. Si estamos de acuerdo en aceptar como relativamente natural que el hombre puede tener prácticas sexuales con otras personas que no sean su mujer, habrá que considerar que la mujer tiene el mismo derecho.
Hay distintas razones por las que dos individuos pueden permanecer juntos: económicas, por mantener una estructura familiar, para criar y cuidar a los hijos. Pero el afecto y el cariño deben ser los motivos más importantes para que dos personas vivan juntas en esta época individualista y hedonista.
Ese afecto y ese cariño no tienen por qué ser agotadoramente sexuales. Uno puede tener mucho cariño por alguien y desear compartir su vida, y sin embargo querer hacer el amor con otra, por la que siente sólo curiosidad, o por el atractivo, pero con quien no tendría el más mínimo interés en vivir.
Por lo tanto, puede existir una disociación entre el afecto a largo plazo – el que ayuda a convivir, a compartir trabajos, preocupaciones, intereses y a cuidar de una familia- con el puntual interés sexual que es algo mucho más lúcido, relacionado con la satisfacción de los sentidos y que no tiene por qué tener mayor trascendencia. Es decir, hay personas con las que queremos vivir y hay otras con las que deseamos hacer el amor, y hay veces en las que queremos hacer el amor con aquellas con las que también nos gusta vivir.
Esta disociación se ve cada vez con mayor claridad, y quizá dentro de poco no será motivo de ruptura del afecto, ni de separación entre aquellos que quieren vivir juntos, helecho de que ocasionalmente hagan el amor otras/otros, fuera de la pareja estable.
EL AMOR LIBRE Y EL SIDA
Los años sesenta, quizá algo mitificados, se consideran como los de mayor libertad en las costumbres. Años de explosión lúdica y erótica, de los anticonceptivos y el amor libre. Algo puedo hablar del asunto porque en aquella época tenía veintiún años y estaba en plena efervescencia hormonal. Hubo una ruptura con una serie de pautas anteriores, pero todos solemos contar el pasado de una manera embellecida en exceso.
Creíamos que se había dado paso a una era más desinhibida, sin represiones, más tolerante, en la cual las relaciones humanas habían entrado en juegos más abiertos. Sin embargo, a mediados de los años ochenta apareció la maldición del SIDA, que primero se centró en el amor homosexual, pero que luego se extendió al heterosexual y hoy alcanza a todas aquellas personas que no toman determinadas precauciones a las hora de hacer el amor.
Los puritanos, o sea los supersticiosos, intentaron en su momento convertir el sida en una especie de maldición divina, en un nueva plaga. En realidad se transformó en algo que atacó las libertades y la flexibilidad de costumbres, e introdujo una serie de controles obligatorios, no por razones morales, sino por meras cuestiones higiénicas. Considero que el noventa por ciento de las restricciones sensatas –no supersticiosas- que están relacionadas con el sexo son mucho más deudoras de la higiene que de la moral, que en realidad se ocupa poco de cintura para debajo de las personas.
La fidelidad quizá sea una virtud, aunque me parece que en general es planteada como una virtud triste. En primer lugar, porque se la reduce al plano casi fisiológico. En este sentido hay que recordar la definición del matrimonio que hacía Kant cuando decía que era un contrato de usufructo, en exclusiva, para el mutuo uso de los órganos sexuales de dos personas. Ya ven ustedes qué romántico y bonito suena. No es raro que con esa idea Kant no se casara nunca en su vida.
Creo que en ese sentido la fidelidad es, en cierto modo, una idea kantiana. Si hemos decidido alquilar nuestros órganos sexuales, el hecho de que más de una persone disfrute de ellos es como si uno realquilase un piso dos veces sin informar al propietario.
La fidelidad es tener fe, ser fiel a alguien, pero en un sentido más amplio: tener fidelidad a su afecto, a sus gustos, hacer las cosas por cariño, por interés de verla vivir mejor, pero no exclusivamente en el terreno sexual. Es por ello por lo que la visión de la fidelidad en el sentido del usufructo de los órganos sexuales que plantea Kant a mí me parece o una virtud triste o una regla burguesa demasiado poco estimable.
El encanto del matrimonio
es que provoca el desencanto necesario
de las dos partes.
OSCAR WILDE
Esta opinión más o menos cínica de Wilde, se puede completar con otra frase del mismo escritor, quien durante su visita a Estados Unidos, al ver las cataratas del Niágara –destino habitual de los viajes de luna de miel- dijo: “Ésta es la segunda gran decepción de los recién casados norteamericanos”. Es cierto, y sobre todo en otras épocas, que las parejas llegaban con poca experiencia erótica al matrimonio. Había mitos y fantasmas alrededor de esos placeres que hacían que el matrimonio pudiera decepcionar, porque la carne, antes o después, se sacia demasiado pronto.
Lo que debe entusiasmar de una convivencia es un tipo de compenetración, de conocimiento mutuo, de complementariedad y de apoyo, algo a lo que no se llega en unos días ni en unos meses, sino en años. Y es así, con el tiempo, como se llega a entender los encantos de la verdadera pareja que se quiere, y no en los primeros días de arrobo meramente físico.
San Pablo –el auténtico inventor del cristianismo- fue uno de los primeros en hablar del deseo. Para él había tres deseos desordenados, tres líbidos, tres anhelos afanosos y excesivos que poseían al hombre a los largo de su vida: la líbido cognoscendi, es decir, el deseo desordenado de conocer; la libido dominando, el deseo desordenado de mandar, de ordenar de poseer, y la libido sentiendi, el deseo desordenado de los sentidos, de los placeres.
Estos tres marcos, en los que el deseo se desborda, forman las pasiones esenciales que arrastran a los hombres y contra las que hay que luchar de forma permanente. De las tres, la más ligada a nuestra naturaleza animal, y sensorial es la libido sentiendi, la de los afanes sensuales, la del deseo de gratificación inmediata. Las otras dos son anhelos que se pueden aplazar. Aplazamos nuestro deseo de buscar conocimiento o de alcanzar el poder, pero los sentidos quieren el aquí y ahora. La libido sentiendi es la que busca el goce inmediato, aunque sea momentáneo e instantáneo.
De cualquier forma, la práctica del sexo siempre ha estado en el puntos de mira para recibir algún tipo de castigo. Ha habido países ilustres como Estados Unidos donde hasta los años sesenta se penaba con la cárcel practicar el coito anal con la propia mujer. Claro que se requería de un vecino, auténticamente malicioso, que estuviese vigilando en todo momento, y que lograra aparecer con el alguacil en el preciso instante en que estabas violando la ley.
El sexto mandamiento es probablemente el que produzca una leve sonrisa a quien lo escuche. Una sonrisa pícara. Es el mandamiento que trata del adulterio, de la fornicanión –palabra asombrosa-, de los actos impuros, de todo el mundo del deseo. Abarca los aspectos más variados de las relaciones familiares, los temas estrictamente sexuales, la fidelidad, el matrimonio, dentro de parámetros religiosos, morales, con matices sociales, higiénicos y hasta médicos.
7 comentarios
Anónimo -
Pavoguze -
Cbuwunedud -
saul -
Jose ortiz -
cuarta; te quiero recordar que por tus palabras seras jusgado, quinta; recuerda que Dios es misericordioso no solo para perdonar nuestros pecado sino tambien para redimirnos de la maldicion, que Dios puso a causa de nuestra propia corrupcion, acaso con tus comentarios de invitacion a perder el temor de Dios estas ayudando a mi pueblo?, reflexiona y arrepientete ahora que aun hay tiempo para que en el momento de la llegada del señor jesus no te encuentre sin aceite en tu lampara, porque en ese momento todos los que han guardado aceite ya no te lo querran dar, y te diran que tal que yo al darte del aceite de mi lampara no nos alcance ni a ti ni a mi?
lupita hernandez -
simona -