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Fernando Savater conversa con Dios

Cuarto Mandamiento

IV HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE

Fernando Savater

Ordenaste “honrar a padre y madre”. Creo que toda persona bien nacida tiende a amar a sus padres de forma casi espontánea. De la misma manera que los padres aman a sus hijos.

Los padres son vistos por sus hijos como la puerta de entrada al mundo. Honrar a los padres es una buena idea, pero puede dar lugar a malos entendidos. Muchas veces, esos padres creen que honrarlos significa que su autoridad debe ser indiscutible; que hay que obedecerlos de forma ciega y cumplir con todos sus caprichos. A veces llegan a exigir a sus hijos que lleven la vida que ellos hubieran querido tener y no pudieron. Así los transforman en una especie de prolongación de sus deseos y de sus sueños.

Pese a tus exigencias, esta justa idea de honrar a los padres ha tenido, en ocasiones, consecuencias muy negativas. Yo no sé si tú habrás ido mucho al cine, pero, si eres aficionado al séptimo arte, recordarás una película excelente de Alfred Hitchcock que se llama Psicosis. Allí se muestra con toda contundencia los problemas que le pueden generar a un pobre chico el excesivo amor por su madre. De modo que, aunque no voy a negarte que la idea es buena, creo que, como todas, hay que matizarla.

Ten en cuenta que hoy la situación en el mundo es muy distinta de la que existía cuando tú estableciste este mandamiento. Pareciera que esto de honrar a los mayores está en desuso. Por si no lo sabes, en la actualidad el mundo de la compraventa se basa precisamente en los deseos juveniles. Ahora lo importante son los jóvenes porque son los que consumen. Mira... tiene tanta entidad ser joven, que es casi una obligación. Incluso, muchos padres y madres prefieren que los confundan con sus hijos, que los tomen por sus hermanos mayores. No me mires tan sorprendido... ya sé que en los tiempos en que entregabas leyes en el monte Sinaí los ancianos eran los más venerados, pero ahora todo ha cambiado. Nadie quiere ser padre, porque es algo que envejece en exceso. Todos quieren mantenerse jóvenes eternamente. Hoy se considera que perder la juventud es una enfermedad atroz. Así, nos encontramos en presencia de otro mandamiento que los hechos y costumbres de la gente cuestionan todos los días.


LA PROTECCIÓN PATERNA

Luis de Sebastián explica las razones de los hebreos cuando dispusieron el cuarto mandamiento: “Moisés estaba tratando de formar un pueblo homogéneo y unido, y vio claramente que la familia era un elemento básico del orden social. La autoridad paterna era el vínculo que ligaba a los individuos a la autoridad política y religiosa que daba unidad a la masa de individuos. Honrar a los padres es básicamente reconocer su autoridad sobre los hijos, reconocer que nuestros padres pueden mandarnos y aceptar nuestra obligación de obedecerlos”.

Sin embargo para el escritor Martín Caparrós (1) hay algunas cuestiones de este cuarto mandamiento que llaman la atención: “Es un poco extraño, porque honrar a tu padre y a tu madre es algo que te ocurre naturalmente. El hecho de que exista un mandamiento que te ordene hacerlo da, de alguna manera, la pauta de que no se les ocurría, y que no serían muy amables con el papá y la mamá. Creo que se trataba de gente un poco rara. Lo que está claro es que el establecimiento del linaje y la transmisión de la propiedad necesitaban de una familia bien constituida, algo que posiblemente no estaba muy sólido cuando este muchacho, Moisés, bajó de la montaña con un par de piedras mal talladas. Supongo que los mandamientos hablan de las carencias, de aquello que mucha gente no quiere hacer por sí misma, y el hecho de que estos ancestros no estuvieran dispuestos a honrar a su padre y a su madre me da la sensación de que no hay nada nuevo bajo el sol. Es bastante habitual escuchar: “Ustedes no respetan a los mayores”. Me lo decían a mí mis padres y ahora se lo siguen diciendo a mis hijos.

A lo largo de nuestra infancia estamos protegidos por la figura de nuestros padres. Ellos se interponen entre nosotros y las responsabilidades; entre nosotros y los problemas, entre nosotros y las necesidades de la vida y la propia muerte. Los padres nos sirven como muralla a cuyo abrigo vamos creciendo. Pero llega un momento en el que los padres comienzan a disminuir en su tamaño protector, hasta que desaparecen.

Entonces nos damos cuenta de que nosotros estamos en esa primera fila y nuestros hijos comienzan a guarecerse detrás. Esto va acompañado de la pérdida de la muralla que estaba entre nosotros y la necesidad, el dolor, las exigencias de la vida y la propia muerte. Es un momento dramático. Ya nos hemos convertido en maduros, somos padres y vamos camino a cumplir nuestro ciclo vital de la mejor o peor manera.


AUTORIDAD Y LIBERTAD

Una de las características de la paternidad es la subordinación de los hijos, que es la contrapartida de la responsabilidad que tiene el padre, el representar de alguna forma la autoridad.

Esta palabra no debe confundirse con autoritarismo ni con tiranía. “Autoridad” viene del término latino ‘auctor’, que significa “lo que hace crecer, lo que ayuda a crecer”. Por lo tanto, se define como aquello que ayuda a crecer bien. Es precisamente lo contrario a la tiranía, porque el interés del tirano es mantener en una infancia perpetua a aquellos a los que quiere someter. La verdadera libertad es la que proporciona al hijo los elementos para alcanzarla.

La educación es básica en el desarrollo de la libertad. Pero éste es un tema que encierra un drama. Quien educa, padre o maestro, lo hace para que el educado se vaya, se automatice. Pero hay una lucha interna, porque uno quisiera retener al educado, ser imprescindible. Entonces tal vez diga: “Bueno... voy a educarle un poco peor para que sea dependiente y no pueda irse de mi lado”: Por lo tanto, el éxito de educar bien significa quedarse solo.

Otra particularidad es la relación con los padres ficticios, espirituales o artísticos. Muchas veces uno dice: “Has sido como un padre para mí”. Esto tiene algunas ventajas, se trata de padres a los que uno puede destacar si gran culpa. “Hasta aquí me serviste, no eres más mi padre, me busco uno nuevo.” Lo tratamos como si fuera un automóvil. Por ejemplo, en el terreno artístico, cuando uno se siente influido por alguien y lo considera un padre, no tiene claro si honrarlo es algo beneficioso. Tal vez lo que haya que hacer sea traicionarlo, porque muchas veces de las traiciones en el arte han surgido los grandes cambios y evoluciones, a partir de la energía que provoca intentar superar al maestro. De todas formas se trata de una tarea difícil, porque en el empleo de la autoridad se pueden producir excesos y carencias que pueden bloquear el crecimiento hacia la libertad que se busca.


EL HONRAR SEGÚN LAS ÉPOCAS

Honrarás a tu padre y madre, pero ¿honrarás igual al padre que a la madre? Esto se vio condicionado por las distintas épocas. A lo largo de los siglos ha habido períodos patriarcales, en los que se honraba al padre por encima de todas las cosas y la madre ocupaba un lugar marginal. Pero también existieron momentos y grupos humanos que funcionaban alrededor del matriarcado, donde la madre era la figura fundamental y el padre un personaje secundario.

Sobre este particular Emilio Corbière tiene su visión: “El mundo ha vivido el matriarcado y patriarcado como formas de dominación. Hay también una cuestión jerárquica. Yo creo que los hijos deben sublevarse contra los padres en algún momento en tanto en cuanto sean solidarios unos con otros. Eso lo explica la moderna pedagogía y el psicoanálisis. Un cambio generacional es como una carrera donde la generación más vieja le entrega la llama deportiva a la nueva. Pero debe haber actitud solidaria en el concepto de este mandamiento, y no creo que haya sido así, por lo menos en el cuadro de época en la que se escribió, sino que se basa en una cuestión de autoridad, porque la ley mosaica es fundamentalmente autoritaria”.


EL MUNDO DE LOS HUÉRFANOS

Es imposible pensar en la obligación de honrar padre y madre, si tal obligación honesta acompañada del derecho a tenerlos, a saber quiénes son, a identificarlos como tales.

En la actualidad, la ciencia, a través de la inseminación artificial, le permite tener hijos a aquellas parejas que por algún impedimento natural no los pueden concebir. Pero esta herramienta se está desvirtuando. Personas sin pareja, una mujer sola, dos mujeres o dos hombres pueden decidir programar un hijo, al que ya lo dejan de antemano sin padre o sin madre. Estamos frente a una idea que considera que los padres son fenómenos culturales de los cuales se puede prescindir. Frente a estas situaciones, tengo otra lectura de este mandamiento: existe el derecho a tener padre y madre, el derecho a contar con una filiación.

Los avatares históricos pueden privarlo a uno el padre o de la madre, pueden hacer que uno tenga padres adoptivos. Lo que no hay que hacer es programar huérfanos. No hay derecho a que se prepare el nacimiento de un ser que va a carecer de padre o de madre, como si éstos fueran simples aditamentos superfluos.

Yo creo que nuestro origen simbólico de una doble filiación masculina y femenina, y del apasionamiento de esa doble filiación, nos crea un imaginario, que nadie tiene derecho a pasar por alto. Por lo tanto insisto: estamos frente a un mandamiento que requiere de un complemento imprescindible: la obligación de honrar a padre y madre trae aparejado el derecho de tener un padre y una madre a quienes honrar.


LA JUVENTUD, UN VALOR EN SÍ MISMO

Durante siglos, los ancianos han sido portadores de uno de los grandes beneficios sociales: la experiencia. Eran el registro viviente de aquello que se podía y debía hacer en cada una de las circunstancias. Es tribus que no tenían escritura, las personas con experiencia era las del buen consejo, las que habían pasado por distintas circunstancias y por lo tanto se consideraba que ellas sabían qué se debía hacer y qué se debía evitar.

La creación de la escritura dio a los conocimientos, recuerdos y leyendas un sustento más sólido que el de la memoria individual. Pero la experiencia de vida de los mayores, su madurez y su sosiego ante los apresuramiento y las pasiones determinó que las comunidades siguieran confiando en sus consejos, lo que los convertía en líderes.

En la antigüedad éste era el gran tema, relacionado a su vez directamente con el concepto del mando. La lógica primitiva consideraba que los padres de los padres de los padres debieron de ser aún más fuertes y sabios que los padres actuales; casi parientes y colegas de los dioses. Lo que aquellos habían considerado bueno, porque se lo había revelado alguna divinidad, no podían discutirlo los individuos del presente, mucho más frágiles y simples humanos.

En este sentido, José María Blázquez explica que “en todas las culturas del mundo antiguo, era obligación respetar al padre y a la madre. Lo que hizo en este caso el legislador hebreo fue darle un carácter religioso a la norma. A partir de ese momento era el propio Yahvé el que ordenaba respetar a los padres. Pero el mandamiento abarcaba también a los abuelos, los tíos carnales, los tíos lejanos, etc. Honrar significaba socorrerlos en caso de necesidad, enfermedad, vivir con ellos si no podían hacerlo solos. El cuarto mandamiento siempre tuvo un carácter social y económico”.

Sin embargo. en nuestra época, cada vez se da menos importancia a la experiencia, que hasta incluso se convierte en un obstáculo. En el mundo laboral, alguien que nunca haya manejado una máquina de nueva generación aprende a dominar mejor un aparato recién inventado que aquel que conoce modelos anteriores y que tarda más en acostumbrarse a su uso. Además, la persona sin experiencia alguna en el trabajo es más fácil de manejar, ya que es menos consciente de sus derechos. En cambio, quien tiene cierta edad sabe lo que le corresponde y crea conflictos a sus patrones ya que no se deja manipular con tanta facilidad. Por lo tanto, la gente con más trayectoria no es la más buscada ni la más aceptada.

Para el poeta y sacerdote Hugo Mujica, (2) “nuestra cultura desprecia al anciano porque además desprecia la sabiduría; no es una cultura de vida, sino de funcionamiento. La sabiduría es el saber vivir, y el funcionar es técnico, y lo que se respetaba del anciano en la antigüedad era su memoria de sabiduría”.

Ser joven se ha convertido en un valor en sí mismo. Hay una tendencia a considerar enfermo todo lo que tiene algunos años de más. Conocemos los valores de la juventud: fuerza, belleza, agilidad, espontaneidad. No se consideran atributos la madurez ni la ancianidad, ni se tiene una valorización positiva de esta etapa de la vida.

Es así como las personas mayores van perdiendo importancia, como cuenta la célebre novela de Adolfo Bioy Casares, El diario de la guerra del cerdo, y poco a poco se las va arrinconando y destruyendo. Estamos ante el riesgo de ir hacia una juvenilización permanente de la sociedad.

De cualquier manera, este cuarto mandamiento tiene sus propios límites. El rabino Isaac Sacca explica que “si la obediencia y el respeto a los padres implica un perjuicio para mí como ente físico o espiritual, yo no tengo la obligación de respetar a mis padres. Uno debe honrar, pero no debe vivir en función de sus padres, no debe ser esclavo de ellos. Honrar, como explica el Talmud, significa alimentarlos en su ancianidad, no ocupar el lugar de ellos en la vida, hablarles de una forma respetuosa, pero no quiere decir que uno debe aceptar la carrera que el padre elija o la esposa que ellos prefieran”.

En este aspecto, Luis de Sebastián agrega que padres e hijos tienen la obligación compartida de mantener la familia. “Muchos padres están dispuestos a aceptar estas responsabilidades, pero exigen a cambio un fuerte tributo. Exigen a sus hijos una sumisión total y una obediencia ciega. Los padres no son propietarios de los hijos, ni los hijos son súbditos o siervos. La base de la relación, parece necesario recordarlo, es el amor que genera mutua comprensión, mutuo respeto, tolerancia y adaptación.”

Como contrapartida De Sebastián indica que “después de la hora de la convivencia llega la hora del agradecimiento y de la retribución. Las determinaciones biológicas de invierten. Los hijos son más fuertes y los padres los débiles...”.

Marcos Aguinis tiene una posición similar a la de De Sebastián: “Antiguamente los padres tenían una actitud muy autoritaria y se consideraba que el hijo debía acatar de una manera casi irracional su mandato. La voluntad de los mayores era sagrada, decidían los matrimonios, existía la ley de mayorazgo y una serie de iniquidades que se fueron corrigiendo con el progreso de la humanidad. Pero, en la actualidad, lo que estructura la familia y da mayor seguridad y riqueza es el respeto que se deben unos a otros y lograr que haya un permanente flujo de afectos entre padres e hijos”.

PUBLICIDAD: LA FORMA DE SEDUCIR A LOS JÓVENES

Si comparamos la publicidad de hace cincuenta años con la actual, una de las primeras cosas que salta a la vista es que antes los anuncios estaban dirigidos a personas de edad mediana o entradas en años.

Poco a poco la publicidad se vio invadida por la presencia de los jóvenes y la venta de cosas que refuerzan aún más esta etapa de la vida: productos de belleza, ropa, bebidas, automóviles, etc. ¿Por qué este cambio? Porque cada vez con menos edad las personas tienen capacidad de gastar mucho, antes que otras generaciones. Hoy poseen tal posibilidad de consumo que hace que los publicistas se dirijan a ellos casi en forma exclusiva.

Los jóvenes conforman un mercado más abierto, prometedor y duradero, un mercado con más futuro y también más ingenuo. Hay pocos anuncios en los que aparezca gente mayor. Incluso cuando se ven, está maquillados y transformados en jóvenes postizos. Esto quiere decir que lo que debe hacer un viejo es vivir disfrazado comportándose como un joven el mayor tiempo. La regla que se impone es que la gente mayor no debe vivir de acuerdo a la edad que uno tiene y están excluidas del ideario publicitario. Voltaire daba el consejo contrario. Decía que, si uno no tiene las virtudes de su edad, seguro que tendrá siempre todos los vicios. Así pues, uno debería tener, o al menos intentarlo, las virtudes y capacidades de su edad. Voltaire no estaría muy contento hoy en día cuando lo que se potencia es que seamos verdaderos y falsos jóvenes, sin salir nunca de esa órbita consumista y hedonista.

Según el publicitario Marcelo Capurro, “pareciera ser que la publicidad deja de lado a los viejos, salvo cuando tienen que vender lentes de contacto o algo por el estilo. De cualquier manera, no considero que tenga tanta responsabilidad en esta concepción juvenil del mundo que vivimos. En realidad, las responsables son las grandes corporaciones que contratan a las agencias. Además los que nosotros vivimos son reflejos de la publicidad norteamericana, donde los viejos son dejados de lado. En definitiva, los publicistas proyectan lo que la sociedad siente sobre la vigencia o no del cuarto mandamiento”.

LA VIOLENCIA DESHONRA A PADRE Y MADRE POR IGUAL

Uno de los aspectos más terribles de la historia contemporánea es la inmensa cantidad de familias destrozadas y separadas por guerras, dictaduras y persecuciones de todo tipo. Hablamos de honrar a padre y madre, pero a veces hay que encontrarlos, ya que han sido arrebatados por la crueldad de personas que se comportan como fieras hacia otros seres humanos.

Tal vez uno de los ejemplos más claros en este sentido fue la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983. El resultado de esa barbarie, entre otros, es la gran cantidad de personas que luchan por reconstruir el vínculo familiar. Uno de los grupos es el de las Abuelas de Plaza de Mayo, que buscan encontrar a sus nietos para, a través de ellos, recuperar de algún modo a sus hijos perdidos. La entidad está presidida por Estela de Carlotto, quien sufrió la desaparición de su hija embarazada. Aunque no ha podido dar con su nieto, su lucha le permitió reintegrar a más de sesenta hijos de desaparecidos. Así pudieron recrear un nuevo vínculo afectivo familiar, aquella memoria común que la dictadura deshizo.

Según la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, el sentido del a familia se basa “en el ejemplo que recibí de mis padres, lo que me permitió después devolverlo a ellos. Honrarás a padre y madre fue para mí la repetición de los ejemplos que me dieron. Aprendí que hay que hacer el bien, criar a los hijos en libertad, ser solidario, perdonar, convivir, que hay que entender y sobre todo que hay que amar”.

Una de las experiencias más atroces es la de los nietos que vivían con padres falsos, que se habían apropiado de ellos, “Yo quizá puse el foco en estos nietos que estamos encontrando –dice Carlotto- que tenían una familia falsa, una mamá y un papá que no era el propio. Esos chicos, con su sinceridad e inocencia, los honraban. Los querían, creyendo que eran sus padres. Muchos años después, descubren que les hab mentido, engañado, que los han robado y a pesar de eso no odian, no tienen rencores, pero empiezan a entender la historia de sus verdaderos padres, que dieron la vida por un país mejor. Entonces comienzan a honrarlos buscándolos, sabiendo que no van a venir, que como los mataron ya no están. Pero tratan de saber cómo eran, qué hacían, qué les gustaba, con quiénes vivían. Intentan, de alguna manera, encontrar su historia.”

El contrasentido a esta adoración de la juventud, es que nuestras sociedades desarrolladas, plutocráticas, cada vez tiene menos hijos. Estamos ante un fenómeno de envejecimiento de la población. Nacen pocos niños y eso crea una serie de descompensaciones sociales.

Los fondos para pensiones y seguridad social se mantienen con la aportación de los trabajadores en activo. Es por ello por lo que resulta necesario que se incorporen permanentemente jóvenes al mundo laboral. Por otra parte, muchas tareas tienen que ser cubiertas por gente que viene de fuera. La inmigración sustituye a esos hijos que no queremos tener. En el fondo, los hijos no queridos se presentan con otro color de piel, con otras ideas. Llegan a nosotros para cubrir esos huecos de la población que hemos dejado libres.

Uno de los temas importantes de la relación social es el del trato con los ancianos en las instituciones geriátricas. No todos llegan a ese momento de la vida en el mismo estado, capacidad, lucidez y autonomía de movimientos. Por los tanto, hay ocasiones en las que se vuelve imprescindible que estén atendidos en una institución donde reciban determinados tipos de cuidados.

Sobre este tema el padre Busso discrepa y dice que “el anciano ya no tiene lugar en la vida familiar. Hemos creado un sistema perverso que son los geriátricos de pago. El anciano forma parte de la familia. El abuelo no es un agregado, y por lo tanto tiene mucho que hacer y mucho que decir. Creo que, si se tiene que pagar para que otro cuide a su padre pudiéndolo hacer el mismo hijo, es realmente una perversión de los fines. Es cierto que la vida contemporánea es muy compleja, que todo el mundo trabaja fuera de casa. Pero si hay dinero para pagar un geriátrico, también lo hay para pagar a una persona que atienda al anciano en la propia casa. En el hogar delos pobres ancianos siempre tienen su lugar”.

Éste es un tema polémico, porque en algunos casos hay quienes piensan de forma parecida a Busso: que dejar a los parientes en los geriátricos es una forma de egoísmo de los más jóvenes y que se debe plantear la posibilidad de que la familia se ocupe de cuidar al anciano. Pero la unidad familiar ha variado mucho. Antes se contaba con la mujer sacrificada y esclavizada dentro de la casa, dedicada a hacer de enfermera, cuidar niños y abuelos. Carecía de una vida autónoma, y no tenía gran incidencia en el mundo del trabajo. Hoy todas estas circunstancias han cambiado. Trabajan, tiene autonomía y no están en el hogar para poder cumplir como antaño las funciones asistenciales, que antes eran tan necesarias. Como consecuencia de ello, se produjo un vacío en lo referente al trato de los mayores en el marco de la familia.

Honrar a padre y madre implica el análisis de la relación entre los padres y los hijos. Pero va mucho más allá, porque involucra la educación, la preparación del hombre para la libertad. Es un mandamiento que contempla las formas de respeto hacia los mayores, pero también la ruptura de estereotipos y rutinas. Esta cuarta ley de Yahvé nos hace interrogarnos acerca de cómo aprovechar la experiencia de la ancianidad, que es nuestro tiempo está siendo desplazada por una adoración comercial dela juventud. Se centra en el mandamiento de nuestros mayores desde el punto de vista social y también, en ocasiones, en cómo buscar la reconstrucción de esas familias, en ocasiones, en cómo buscar la reconstrucción de esas familias deshechas por la violencia, la guerra y las dictaduras. Se trata de una cuestión que plantea más preguntas que respuestas sin dogmas, siempre abierta al debate.

Los padres son dos elementos básicos de la biografía individual. Pero además de preguntarnos por esta relación entre hijos y padres en cada uno de los núcleos familiares, hay una consideración más amplia, más abierta y más social que hay que tener en cuenta: ¿cuál es la relación en nuestras sociedades entre los jóvenes, las personas maduras y los ancianos? ¿Cuál es el trato que damos a quienes forman parte del eufemismo llamado “tercera edad”? ¿Qué hacemos con las personas que ya no se encuentran en el orden productivo, con quienes representan la memoria, la tradición y que a veces constituyen un obstáculo para ciertas renovaciones? Éstas son las grandes preguntas sobre las que debemos debatir, y que nacen del análisis actualizado del cuarto mandamiento.

 


(1) Martín Caparrós nació en Buenos Aires en 1957. Ha practicado el periodismo deportivo, taurino, cultural, gastronómico, político y policial en prensa gráfica, radio y televisión. Dirigió las revistas El Porteño, Babel y Página/30. Es autor de diversas novelas y ensayos.
(2) Hugo Mujica es sacerdote y escritor argentino. Entre sus obras destacan: Brasa Blanca, Para albergar una ausencia, La palabra inicial, Flecha en la niebla.