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Fernando Savater conversa con Dios

VII NO ROBARÁS

Fernando Savater

“No robarás”... muy bien dicho. Es en verdad un buen precepto. El robo es y ha sido durante siglos uno de los males de la humanidad. Pero no hiciste precisiones. ¿Qué es con exactitud robar? ¿Roba el padre que ve muriéndose de hambre a su hijo y toma un mendrugo de pan para alimentarle? ¿Roba también el que saquea una provincia entera y se queda con todos sus bienes para su disfrute personal?

No sé cómo sería en los tiempos de Moisés, pero en la actualidad hay distintas denominaciones: al que roba poco lo llaman ratero y le encarcelan; en cambio al que lo hace en gran escala le llaman gran financiero, y recibe todo tipo de elogios y felicitaciones por su espíritu empresarial.

Deberías haberte esforzado un poco más. ¿No podrías haber entrado en detalles y haber aclarado lo que significa robar en sus distintas variantes? Al no haber hecho todas estas precisiones, el resultado de este mandamiento no ha sido bueno.

Hay veces en las que pienso que en lugar de establecer tabúes con tus leyes, lo que hiciste fue dar ideas para que la gente hiciera todo lo contrario. Hoy, las grandes corporaciones, las más respetables, cometen robos enormes.

Por cierto, ¿no podrías volver a repetir eso de que los ricos no pasarán a tu reino, como un camello nunca podrá pasar por el ojo de la aguja? Pero hazme un favor...aclara que el ojo de la aguja no se trate de ninguna puerta que hay en Jerusalén, sino de una aguja muy pequeñita, y que no hay excepciones ni para los ricos... y por supuesto tampoco para los camellos.

NO ROBAR ALMAS

Como ya hemos visto en otros casos, los enunciados originales de los mandamientos difieren mucho, o bastante, de los actuales. El mismo sentido del precepto ha evolucionado a través de los siglos.

No robarás se refería en principio a los secuestros, a no robar almas, a otros seres humanos. El rapto era algo muy frecuente en la época de Moisés, como motivo de la esclavitud o por otro tipo de razones, por lo que con este mandamiento se intentó castigar esa práctica.

“Robar una persona –explica el rabino Sacca- es como matarla. El que secuestra y vende un ser humano como un objeto tiene condena en el judaísmo, pero no el que roba objetos materiales. El pueblo judío lo sufrió en carne propia cuando fue secuestrado por los egipcios, quienes los tenían como esclavos, y la lucha de moisés con el faraón fue para terminar con esa condición.

El cuerpo es la propiedad elemental que tenemos cada uno de nosotros y nadie quiere que sea utilizado, raptado o manipulado por otros. De ahí proviene la normativa legal de Habeas Corpus, el derecho al propio cuerpo, que debe ser jurídica y socialmente respetado. Sin embrago, hay veces en que muchas personas han sido desprovistas hasta de su cuerpo, y esto no sólo se refiere a lo físico, sino que habla de un mundo de relaciones, de afectos, ternuras y esperanzas para otras personas.
Por ejemplo, nuestros parientes más próximos, que también se preocupan por nuestro cuerpo y sufren un golpe terrible al verse privado de él.

Hay ladrones a los que no se castiga,
pero que roban lo más preciado: el tiempo.
NAPOLEÓN BONAPARTE

La historia del último siglo está marcada por estas aberrantes situaciones. Numerosas dictaduras raptaron hombres y mujeres de todas las edades, y transformaron este hecho en un pecado extendido y de gran vigencia. Para Estela de Carlotto, cuando “se hace desaparecer a opositores políticos, también se los esta robando. Todos nos damos cuenta ahora que falta una franja generacional en la Argentina, que sea inteligente, capaz y honesta, que si viviera estaría ocupando un lugar calve del poder para resolver cosas, de la manera que ellos querían: con justicia. Pero les han robado el derecho a pensar y a vivir. En la Argentina hubo un robo no sólo material, sino también intelectual, emocional e histórico”.

“Yo creo –agrega Carlotto- que la dictadura tenía un plan elaborado, y entre tantas actitudes criminales está la del robo de bebes. Implementaron el más macabro e infame de los robos: el del hijo de la joven secuestrada en un campo de concentración, donde nace en las condiciones más miserables, porque no hay atención, ni alimentos, ni sanidad. Sacárselo de los brazos a la madre para entregárselo quién sabe a quién y adónde. El primer robo que se les hace a nuestros nietos que viven con apropiadores es el de su derecho a vivir con su papá y con su mamá”.

El escritor Luis Sepúlveda agrega que “ese robo terrible ha sido practicado por sujetos que tienen una profunda vinculación con el pensamiento religioso. Los militares de América Latina se dicen todos furibundos católicos, suelen ser hombre de misa dominical. Por ejemplo, en el caso de la Argentina, el almirante Massera era un hombre de misa diaria. Además, había una serie de canallas que no se movían si no era con su capellán o su vicario, a quienes estaban solicitándoles de forma constante la repetición de los mandamientos. Sin embargo, practicaron el robo descarado de personas, que van más allá del robo físico del cuerpo del hombre, la mujer o el niño. Lo más terrible es que robaron la ideal del tiempo y obligaron a muchas personas a vivir en un atroz presente, el presente de la incertidumbre. A mí me tocó estar bajo la piel de aquellos que lo han padecido. Mi mujer fue secuestrada en Chile y estuvo en condición de desaparecida durante seis meses, o sea, fue robada al hijo, al esposo y a los padres. Ha sido una experiencia terrible, porque sentíamos que el calendario y los relojes estaban paralizados”.

Cuando nos referíamos al robo, en general hablamos de la depredación, de privar a personas de forma injusta de cosas que tienen derecho a disfrutar. En cambio, dudamos en utilizar la expresión robo cuando se trata de una acción efectuada por una necesidad. ¿Quién, al ver morir a un hijo de hambre o que necesita de forma desesperada una medicina, no cometería un latrocinio si no tuviera otra forma de obtener el dinero para resolver el problema? Sobre todo si se roba a una apersona o a una institución adinerada. En tales circunstancias no estamos dispuestos a condenar esta situación de forma tajante. Hay matices morales y jurídicos que diferencian a quien roba por un pedazo de pan, y quien le quita a una viuda el sustento con que alimenta a sus hijos.

Todo lo que se come sin necesidad,
se roba al estómago de los pobres.
MAHATMA GANDHI

Es apoyo a esta frase de Gandhi, surge esa sensación de repugnancia que tenemos ante la inmensa cantidad de millones que mueren de hambre, mientras un grupo de privilegiados muere de indigestión. Esta idea de que el exceso de unos de alguna manera ha sido causa, o al menos acompaña la carencia de otros, es un hecho injusto que rechazamos de manera intuitiva, pero es una situación que persiste, pese a las voces que se alzan en su contra.

LAS MASAS Y LOS SAQUEOS

Como la nuestra es una época de masas, el robo en ocasiones está protagonizado por ellas, Así ocurren los saqueos, el desvalijamiento masivo en poblaciones inmersas en el caos o el desorden. Por lo general, las causas de los saqueos son de origen social y económico, como por ejemplo la violencia racial en Estados Unidos o las hambrunas provocadas después de una guerra, tras la cual una población desfavorecida y maltratada asalta negocios y se aprovisiona de víveres para paliar su necesidad o para vengarse por padecerla. También hay saqueos que son repulsivos y que tiene lugar cuando ocurre una desgracia, como un terremoto o una inundación. Entonces algunas personas, en lugar de ayudar a los damnificados, roban lo que encuentran a sus semejantes. En una sociedad de consumo, de ofertas, de tentaciones, la idea del saqueo puede transformarse en una gran fiesta.

Martín Caparrós cree que el saqueo “es un momento en el que la gente se siente extremadamente libre; puede por fin acceder a aquello que no posee, porque carece del dinero que le permitiría conseguirlo. En ese instante se quiebra el orden capitalista y las personas son libres de conseguir aquello que necesitan porque dejan de lado la intermediación del dinero”.

Hugo Mujica tiene otra visión del tema: “No se trata de un momento de libertad, sino de necesidad. La libertad sería que no necesites saquear. El que lo hace ya no tiene libertad. Quizá en ese momento el saqueador tenga la euforia de sentirse reivindicado, pero cualquiera que tenga que cometer un acto por encima de la dignidad humana ha perdido la libertad. La libertad se ejerce cuando el individuo tiene un trabajo y con eso siente que le da de comer a su familia”.

El fuero para el gran ladrón,
la cárcel para el que roba pan.
PABLO NERUDA

Hay un antiguo dicho que asegura que si robas un poco te dirán robaperas o ratero y, si lo haces a gran escala, te llamarán gran financiero. Es verdad que en ocasiones no es fácil establecer el límite entre lo que es un robo real y aquello que son operaciones económicamente audaces. Los financieros que conocen mejor los entresijos del sistema llevan a cabo operaciones que, sin estar estrictamente por fuera de la ley, rozan lo ilegal. En ocasiones se pasa en una misma operación de lo legal a algo menos legal o a lo francamente ilegal. Existen paraísos fiscales, esos lugares que son como espacios en blanco, donde pareciera que están suspendidas leyes que en otros lados tienen plena vigencia. Hay toda una parafernalia de especuladores que se mueven y se enriquecen al utilizar sistemas que, si bien no son delictivos en el sentido literal del término, equivalen a robar a efectos morales. Hay que distinguir qué es la legalidad y la moralidad de los comportamientos, sobre todo en situaciones de penuria y escasez.

Una de las cuestiones que más asombra es la insaciabilidad de algunas personas que cuentan con cantidades de dinero suficientes para más de diez vidas y que siguen robando. En realidad, no puedes comer más de dos o tres veces al día, y tampoco se puede dormir más que en una cama en cada ocasión. En el fondo hay un tope, más allá del cual el dinero se convierte en una molestia y no en una ayuda.

Para Luis Sepúlveda, el dinero se ha transformado “en el fetiche más popular, más recurrente y en el más se cree. A mayor acumulación de fetiches, mayor prestigio. Se roba, por ejemplo, para ser incluido en la guía Forbes de las grandes fortunas de planeta. Gente que se ha enriquecido traficando armas, potenciando el robo de vidas humanas, gente que trafica drogas, robando posibilidades de vidas sanas y otros que corrompen, robando posibilidades de que las sociedades se desarrollen con cierta normalidad”.

El robo está siempre asociado a la idea del poder. Desde los primeros tiempos, cuando un hombre primitivo vio que uno de sus congéneres salía a cazar, no con las manos, sino con un garrote, allí descubrió que ese elemento tenía varias propiedades además de matar. Y no se le ocurrió confeccionar otro, sino que se lo robó al dueño en un descuido, y lo transformó en un elemento de poder en sus manos.

Pero, como en todo, existen los matices, que han variado con el correr de los siglos. Recuerdo la primera vez que llegué a la preciosa ciudad italiana de Ferrara, llena de villas delicadas y maravillosas. En el Renacimiento tenía menos del uno por ciento de analfabetismo. Era una ciudad culta. En medio de tanta belleza está el castillo de la familia Este, que es como el de Blanca Nieves, cerrado, amurallado, donde vivían quienes mandaban allí, unos personajes shakesperianos o de Mario Puzzo, el creador de El Padrino. Eran crueles, asesinos, se mataban unos a otros. Sin embargo, emplearon sus depredaciones para la promoción artística y en alfabetizar a la población. Es curioso cómo dentro de esa brutalidad tenían una idea de alguna manera estética del dinero, mientras hoy se lo quema en las fiestas marbellíes o cosas por el estilo.

CUANDO ROBA EL ESTADO

El Estado de bienestar moderno es uno de los indudables logros de la civilización. Por ejemplo, la seguridad social, la protección del desempleo y la salud garantizados por el Estado son argumentos claros a favor del progreso moral de la humanidad. En ese sentido, podemos afirmar que hoy vivimos en una época moralmente más avanzada que la de Aristóteles o Voltaire.

Los elementos del bienestar hoy no son un logro ni de la derecha ni de la izquierda, sino de la civilización. Hemos pasado a una posición superior, en la que la sociedad se ocupa de los miembros y no simplemente los yuxtapone como en otras épocas. Lo que sucede es que la protección social es muy cara y necesita recaudar mucho dinero de los contribuyentes. Pensemos que en algunos países los individuos llegan a pagar el cincuenta por ciento de sus ganancias el Estado. Nunca ha existido recaudador, ni feudal ni medieval, que se haya llevado ese porcentaje de los que ganaba la gente. Los señores feudales ofrecían algún tipo de protección, no tan completa o sofisticada como la del Estado de bienestar, pero se conformaban con recaudar mucho menos.

Martín Caparrós tiene su visión particular sobre el tema: “La gente acepta que el Estado le saque parte de lo consigue por un viejísimo pacto, que tiene miles de años: “Te doy parte de lo que tengo, para que a cambio me des cierta protección”. Es el viejo pacto mafioso. La protección al principio podía ser estrictamente militar, y después fue ampliándose a salud, educación, organización. Uno se deja robar alguna parte de lo que tiene a cambio de que le den cierta seguridad. Por eso mucha gente reacciona cuando el Estado no cumple con su parte del pacto mafioso”.

En la actualidad hay ocasiones en las que los impuestos estables son abrumadores, y si el Estado no cumple con su función redistributiva –facilitar servicios, protección, ayuda, apoyo y comodidad a los ciudadanos-, éstos se lo demandan de forma violenta. Así, estamos en presencia de un verdadero robo cuando vemos a funcionarios que contratan obras faraónicas, involucrados en fraudes, en comidas supuestamente de trabajo con grandes dignatarios, o comprando armas cada vez más sofisticadas que luego se pudren en los cuarteles porque simplemente se trata de inversiones técnicas que aumentan año a año. Todo esto es una forma legal de robo. Por lo tanto, la protección y el beneficio de la sociedad son la única justificación que tienen los impuestos, y lo que evita que se transformen en una máquina de aplastar conciencias y voluntades.

“Hoy se supone –dice el padre Busso- que la gente debe estar amparada por un sistema de asistencia social, por las leyes, a diferencia de la antigüedad, dice los pobres sólo eran amparados por la beneficencia. Se presume, con razón, de que la sociedad ha avanzado hasta legalizar la salud, la educación, etc. Por lo tanto, subleva el corazón cuando los pobres son perjudicados y sienten que su vida está atravesada por la injusticia social”.

YO TE ROBO UNA O VARIAS IDEAS

Cuando hablamos de robo imaginamos dinero y propiedades tangibles, pero qué pasa con las cosas intangibles. Por ejemplo, con las ideas las patentes de los grandes inventos, un tema musical, el argumento de un novela o de una obra teatral. ¿Cómo se protege la creatividad humana que produce esos bienes intangibles, pero muy valiosos, en una época en la cual lo que importa es la información? En la actualidad es más importante este tipo de propiedad intelectual que los objetos físicos.

Marcos Aguinis es muy claro en su consideración sobre el tema: “Yo creo que esta idea está vinculada con el esfuerzo que se debe hacer para no apropiarse de lo ajeno, en dejar que cada uno tenga el mérito que le corresponde y reconocérselo. Aceptar que cada individuo es fuente de riquezas que no deben ser quitadas, que son de su autoría porque son parte también del estímulo y la dignidad. Por ejemplo, algunas teorías colectivistas y autoritarias tratan de establecer una especia de anonimato. En el arte es donde se ve con precisión la importancia singular del ser humano. Nadie podría haber escrito la Novena sinfonía si no hubiese sido Beethoven, nadie habría escrito Los hermanos Karamazov si no hubiese sido Dostoievski”.

Para el escritor Marcelo Birmajer “el alma humana necesita la individualidad, como el cuerpo requiere de comida. Tenemos que poder decir: esto lo inventé yo, esto lleva mi nombre. Porque mi escaso consuelo es saber cuál fue mi creación, en esta tierra de desconcierto, donde el único que sabe lo que ocurre es Dios o el misterio, y yo no sé nada”.

Vivimos una época dominada por los desarrollos tecnológicos. En relación con este mandamiento y los derechos de autor, estamos frente a situaciones que todavía no se han definido, pero que están cambiando todo lo conocido hasta ahora. Hoy cualquiera puede obtener a través de Internet el texto del último libro, grabaciones musicales o de una película aún no estrenada.

Me pregunto cómo el concepto tradicional del derecho de autor podrá resistir esta extraordinaria facilidad actual para al plagio. También es cierto que en la actualidad es cada vez más fácil que uno haga sus propios libros o discos al margen de las empresas. Así disminuyen los beneficios de las grandes corporaciones, que a veces son abusivos.

Pero, por otra parte, el artista queda desprotegido, porque ¿qué posibilidades tiene él de obtener los beneficios de su trabajo y qué sentido tiene para él mismo desarrollarlo, si cualquiera va a poder disfrutarlo de forma gratuita?

Creo que el tema de los derechos de autor, relacionado con Internet y con la nuevas formas de reproducción tecnológica, va a cambiar en buena medida nuestro concepto del plagio, del robo intelectual. ¿Hasta qué punto vamos a poder seguir llamando robo a este comportamiento que quizá termine por convertirse en algo habitual? Cuando empezó a popularizarse la fotocopiadora ocurrió algo similar. Hoy la fotocopia de libros es normal, y nadie se siente culpable ni ladrón por haber fotocopiado el libro de un amigo para poder disfrutarlo, en lugar de comprarlo en un comercio.

EL ROBO ESTÁ ENTRE NOSOTROS

Como hemos visto, el séptimo mandamiento se refería originalmente a no robar almas, personas. Luego su significado se amplió: no expoliarás, no desvalijarás, no abusarás de la credulidad o la ingenuidad de tu prójimo para quitarle lo que lo beneficia de forma legítima. También surge la pregunta sobre si puede haber robos justificados por la necesidad o por otros robos anteriores de los que uno ha sido víctima y lo han dejado en situación de indefensión. Los Estados también se caracterizan por no cumplir con la séptima ley de Moisés cuando sustraen buena parte de sus ganancias a los contribuyentes y no lo revierten en beneficios para la sociedad. Finalmente, el robo de las ideas es una acción mucho más sutil que el sustraer objetos físicos, como también ocurre con los fraudes especulativos y financieros.

Se tata de un mandamiento que abarca todos los campos, relacionado con la moral de las sociedades y los individuos ya que muchas veces tan sólo una delgada línea separa al robo de lo no lo es.

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